Somos santos llamados a vivir en la santidad.

Así de claro nos lo ha dejado hoy D. Juan Miguel Díaz Rodelas en la sexta clase del Itinerario Volver a la Escuela de Jesús comentando el capítulo 12 de la Carta a los Romanos.

Desde el primer versículo el apóstol de los gentiles nos exhorta a “presentar nuestros cuerpos como sacrificios vivos, santos, agradable a Dios“, es decir, presentar nuestra vida entera. Para los griegos, de hecho, el cuerpo expresaba toda la persona en relación con los demás.

Toda nuestra vida es ofrenda a Dios porque está tocada por el baustimo; este sacramento, que nos hace “hijos de Dios”, nos une plenamente a Jesucristo y nos hace participar de su santidad. 

Dios ha hecho en nosotros todo lo que teníamos que hacer, por lo tanto, no hace falta ningún esfuerzo para “conquistar” la santidad. Ya la tenemos desde el bautismo.

Dios está unido mediante la “Nueva Alianza” con su pueblo y ciertamente Él es muy fiel, sin embargo, el hombre, herido por el pecado original, no. La santidad que gratuitamente hemos recibido, tiene que manifestarse en la vida. El pecado nos convierte en malos hijos, sin embargo no borra que seamos hijos de Dios.

“Transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios“. Aquí está la clave, dar vuelta a la mente discerniendo permanentemente lo que Dios quiere.

La Carta sigue subrayando la unidad del cuerpo de Cristo en la diversidad de los miembros de la Iglesia y acaba con una serie de consejos relacionados con las virtudes.

San Pablo destaca que las cosas no son indiferentes, son buenas y malas, no nos dejemos engañar. El amor es la cumbre de la vida cristiana, por lo tanto, la vida cristiana es don y tarea.

Cada cristiano está llamado a testimoniar con su vida y palabras el regalo de la santidad que Dios nos hizo.

¡Feliz camino a todos!