En la tercera clase del Itinerario «Volver a la escuela de Jesús» enfocada hoy por el tiempo de Adviento – Navidad, P. Enrique Kowalszyc, religioso del Hogar de la Madre, nos ha hecho zumbar sobre los distintos aspectos de la oración: el combate, la consolación, la desolación, la docilidad al plan de Dios etc. alternando su personal testimonio con las notas de Catecismo de la Iglesia Católica.

Desde la lectura del capítulo 2 del mismo Catecismo descubrimos que la oración abre los ojos de nuestra vida.

La oración nos da lo que necesitamos y nos hace ver la realidad de nuestra vida, tanto lo bueno como lo malo.

Como decía San Agustín:

“Narraba estas cosas Ponticiano, y mientras él hablaba, tú,

Señor, me trastocabas a mí mismo, quitándome de mi espalda, adonde yo

me había puesto para no verme, y poniéndome delante de mi rostro para

que viese cuán feo era, cuán deforme y sucio, manchado y ulceroso.

Veíame y llenábame de horror, pero no tenía adónde huir de mí

mismo. Y si intentaba apartar la vista de mí, con la narración que me hacía

Ponticiano, de nuevo me ponías frente a mí y me arrojabas contra mis

ojos, para que descubriese mi iniquidad y la odiase. Bien la conocía, pero

la disimulaba, y reprimía, y olvidaba.” (Confesiones VIII, 16)

Dios habla y se repite hasta que nosotros escuchamos.

«Señor, ¿cómo me ves?» Esta es la pregunta clave para realizar un cambio importante en nuestra vida, o sea, reconocer donde está arraigado nuestro corazón y cuáles son nuestro apegos para poder quitar lo que nos aleja de Dios.

El mayor poder que tenemos los cristianos es la oración, por ello, la mayor tentación es dejar de rezar. (Sta Teresa)

La Virgen María es nuestra madre que nos ayuda a rezar y nos encamina hacia Jesús para unir nuestra voluntad con la suya.

El Señor siempre busca como entrar en nuestras vidas.

Dios se revela en la oración, y así nos vamos enamorando de Él. Tengamos hambre de Dios aún cuando estamos en la desolación, porque Dios no tardará en bendecir con sus dones nuestra fidelidad a él.

Tenemos que ser dóciles a la oración, especialmente cuando los planes de Dios confrontan con los nuestros.

La oración no se aprende de otra manera que rezando (San Juan Pablo II).

                       

Hasta el miércoles para cantar villancicos, amigos!