El río de la gracia no para… porqué es eterna su misericordia.

Cada mes disfrutamos más profundamente al ver la alegría que produce el encuentro con el Señor que siempre está ahí esperando, acogiendo y bendiciendo a cuantos se acercan a Él.

Parece una paradoja estar en una Catedral para ofrecer la posibilidad de encontrarse «de cerca» con Jesús presente en la Eucaristía cuando, por lo menos para todos los cristianos occidentales bautizados, debería de ser una vivencia muy conocida y consolidada. En estos tiempos modernos o post modernos, los lugares de culto se han convertido en «museos baratos para visitar» y hablar de la cercanía de Dios «un idioma raro e incomprensible».

Y sin embargo, hay que volver a lo esencial. Lo que necesita profundamente el alma humana, consciente o no consciente, es encontrarse con su Creador y tener en Él un punto de referencia que ilumina toda la vida.

La gracia de Dios no para, al punto que conta con nuestras debilidades y pequeñezas para hacerse huecos en todos. Y nosotros, encantados de ser «siervos inútiles» – como dice el evangelio – porque siempre recibimos más de lo que damos.

«Esta alegría no va a pasar… porque está dentro de mi corazón»